sábado

Rosario Castellanos (México, 25 de mayo de 1925-1974)

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El otro
¿Por qué decir nombres de dioses, astros
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.

1 comentario :

Anónimo dijo...

Es extraño querer presionar cada tecla para expresar algún pensamiento y temer a hacerlo, tal vez a veces quiero que todo quede aquí dentro y no haya evidencia alguna de lo que ha pasado o pasa por mi mente en ciertos momentos o de lo que puedo sentir y los vacios de mi estómago cuando la soledad me abraza tan fuerte que no logro zafarme o el silencio me aturde hasta no poder escuchar. Fue difícil lograr este momento, amo escribir pero cada vez que lo intento siento…
No entiendo cuanto valgo, o no valgo lo que siento, tal vez un engaño a lo que realmente pienso, me arrastran aquellas mentes cerradas, me dicen que la belleza se manifiesta de una manera cuando se que no es cierto, cuando el agua puede ser bella no solo por su transparencia sino por lo refrescante. Me engaño cuando intento “adornar” este traje que cubre órganos, tejidos, venas, huesos, sangre. Me engaño cuando intento ser interesante, cuando se que el interés que puedo provocar en los demás puede depender únicamente de mis pestañas, de un saludo o de mi silencio, pero me agobia, me entristece, me atormenta, a veces, no sentirlo, no verme amada o tal vez deseada, no sentirme atacada por los teléfonos, los correos o las cartas inclusive en algunos momentos por las miradas. En el fondo no quiero usar recurso alguno, simplemente ser y estar, habitar y sonreír, solo que parece q es la soledad la única que logra enamorarse de esto, la única para la q no valen adornos ni son necesarias palabras halagadoras o tontas y menos las máscaras que habitualmente se encuentran en las calles.
Soy una mujer, o tal vez no, mejor un ente, un ser viviente, habitante de este loco mundo que se siente mas sensible cada vez, que lucha contra aquello que ve injusto pero finalmente termina mezclada entre la injusticia, que se contradice en cada momento, que no sabe ser mujer, que quiere encontrar el príncipe el de su propio cuento de hadas, la ame sin besarla y la desee sin mirarle, que disfrute escucharla o con sentir cómo palpita su corazón, que logre encontrar y descifrar el mensaje de esa mirada a veces perdida, que intenta vestirse de alegría, con ojos que empiezan a acostumbrarse a lágrimas con las que no se topaban hace algún tiempo porque aquel corazón luchaba contra la sensibilidad y el dolor pero ahora quiere rendirse aunque aun intente que nadie lo note.
A veces es bueno sentirse en el mundo de las maravillas, verlo todo tan mágico, tan posible, tan amarillo, tan lleno de luz y con sabor a chocolate y ese es el mundo que empiezo a vivir pero al que no quiero acostumbrarme tanto para que la realidad no se olvide de mi y en algún momento piense en la posibilidad de regalarme una gota de lo que me hace falta.
Envío esto aunque no se con que intensión… Probablemente que lo sepa un ser viviente con nariz y orejas diferente al vacío.
Para nadie, para nada.

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