P o s i c i ó n
No puedo.
Es imposible seguir siendo prudente.
No puedo.
La sangre se me agolpa en el corazón
y no puedo ser más
una muchacha que escribe versos
sobre la esencia y la existencia.
No puedo seguir amando mi sombra,
mi muerte,
mi vida, mi cara, mis brazos, mis sueños.
De pronto no puedo
porque sé que los otros no pueden
padecen, están rotos,
no puedo decir cómo es el verano
no puedo mirar a los pájaros con ternura
ni me importa el cielo
porque sé que los otros no pueden
están prisioneros, maltrechos, muertos.
De pronto no siento mi soledad
ni mi tristeza
porque sé que los otros están solos
doloridos y tristes.
No puedo gozar de mi amor
porque hay millones de seres
que agonizan de nostalgia por amor.
No puedo hablar con palabras misteriosas
tintineantes, poéticas,
es preciso hablar esclareciendo:
hay mentiras mundiales
hay hambre
hay dictadores
hay hombres explotados por otros hombres
hay sangre de hermanos derramada
hay chicos descalzos
hay, todavía, negros apaleados.
Debo acudir pronto, unir mis manos con las suyas
aunque mi alma quede en silencio.
Me ha sido encomendada una misión
que me regocija y debo acudir pronto
a socorrer, a odiar, a amar,
a morir si es preciso
para que mañana salga violento el sol para los otros,
para que los otros tengan derecho
a mirarse a sí mismos
a mirar el cielo
o el mar
o el juego de los pájaros.
No puedo dejar de sentir
la dulzura de mañana
hombres libres
hombres para el amor
hombres inmensamente jóvenes.
Es imposible seguir siendo prudente.
No puedo.
La sangre se me agolpa en el corazón
y no puedo ser más
una muchacha que escribe versos
sobre la esencia y la existencia.
No puedo seguir amando mi sombra,
mi muerte,
mi vida, mi cara, mis brazos, mis sueños.
De pronto no puedo
porque sé que los otros no pueden
padecen, están rotos,
no puedo decir cómo es el verano
no puedo mirar a los pájaros con ternura
ni me importa el cielo
porque sé que los otros no pueden
están prisioneros, maltrechos, muertos.
De pronto no siento mi soledad
ni mi tristeza
porque sé que los otros están solos
doloridos y tristes.
No puedo gozar de mi amor
porque hay millones de seres
que agonizan de nostalgia por amor.
No puedo hablar con palabras misteriosas
tintineantes, poéticas,
es preciso hablar esclareciendo:
hay mentiras mundiales
hay hambre
hay dictadores
hay hombres explotados por otros hombres
hay sangre de hermanos derramada
hay chicos descalzos
hay, todavía, negros apaleados.
Debo acudir pronto, unir mis manos con las suyas
aunque mi alma quede en silencio.
Me ha sido encomendada una misión
que me regocija y debo acudir pronto
a socorrer, a odiar, a amar,
a morir si es preciso
para que mañana salga violento el sol para los otros,
para que los otros tengan derecho
a mirarse a sí mismos
a mirar el cielo
o el mar
o el juego de los pájaros.
No puedo dejar de sentir
la dulzura de mañana
hombres libres
hombres para el amor
hombres inmensamente jóvenes.
en Veinte poetas platenses contemporáneos, Ana Emilia Lahitte, Fondo Cultural Bonaerense, La Plata, 1963.
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