El suelo sigue bajando y el cielo sigue subiendo
Un plato de colillas de días humosos.
Por un camino de la mesa
entre papeles, corre el residuo
que nieva saltos de insectos de la luz.
Uhmm, si después de la ceniza
el cariño por ahí esperara...
Otro viento fue
el que me trajo a mi padre
a la boca.
cuando fuimos con mamita
a la orilla y vimos en la caja después de tantos años
algo de él, que nunca
habíamos visto.
Ceniza es cuero, no queríamos volcarlo ahí
entre papeles de helado y cáscaras de fruta.
Entonces subimos la barranca.
Mi hermano silencioso
miraba el agua.
El agua era luz, toda luz sin color.
El viento insistía, insistía
en devolverlo
hasta que pudiéramos sentir lo vivo
otra vez.
Y mi padre se nos metía
en el pelo, por las aberturas del cuello.
Lo respirábamos
confundidos porque nadie
nos había contado que se vuelven.
Lo oíamos entrar en el oído.
Hasta que al fin, nos hizo llorar
la ceniza
en los ojos, que no llegaba al agua.
Es lo mismo
el agua, la tierra y el cielo,
dijo mamá.
Y dentro de la caja
un poco de polvo quedó
adherido
a la bolsa de nylon
como
harina.
Sobre mi caricatura
en el vidrio de la mesa, donde yo lo escribí,
otro polvillo posó unos rasgos voladores,
como fantasma de un gesto.
Por un camino de la mesa
entre papeles, corre el residuo
que nieva saltos de insectos de la luz.
Uhmm, si después de la ceniza
el cariño por ahí esperara...
Otro viento fue
el que me trajo a mi padre
a la boca.
cuando fuimos con mamita
a la orilla y vimos en la caja después de tantos años
algo de él, que nunca
habíamos visto.
Ceniza es cuero, no queríamos volcarlo ahí
entre papeles de helado y cáscaras de fruta.
Entonces subimos la barranca.
Mi hermano silencioso
miraba el agua.
El agua era luz, toda luz sin color.
El viento insistía, insistía
en devolverlo
hasta que pudiéramos sentir lo vivo
otra vez.
Y mi padre se nos metía
en el pelo, por las aberturas del cuello.
Lo respirábamos
confundidos porque nadie
nos había contado que se vuelven.
Lo oíamos entrar en el oído.
Hasta que al fin, nos hizo llorar
la ceniza
en los ojos, que no llegaba al agua.
Es lo mismo
el agua, la tierra y el cielo,
dijo mamá.
Y dentro de la caja
un poco de polvo quedó
adherido
a la bolsa de nylon
como
harina.
Sobre mi caricatura
en el vidrio de la mesa, donde yo lo escribí,
otro polvillo posó unos rasgos voladores,
como fantasma de un gesto.
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