Si pierdo el juicio
no es por tu causa.
Antes,
en la rama amarga del olivo.
en los profundos entornos
de ciertos abismos vegetales
que crecen raudos en tu pecho,
antes,
estuvo mi pérdida.
Ahora,
en el alivio de la derrota,
siento cómo todo se tiñe
con el verdor de tu deseo,
y ante tus pies se abre
la senda única
entre los bosques que sembramos.
Tu maldad, líquida,
vierte cristales entre mis dedos;
ya no queda ningún enemigo
por enterrar.
Me deja atrás.
Y la inteligencia,
perra noble,
es la única en seguirte
a casa.
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