LA PUERTA
Me anega una oscuridad roja
violento las órbitas
las obligo al límite sin resultado
La luz es un juego escurridizo
un fluido ajeno e imprevisible que me recuerda el completo
vacío de recuerdos
Recordar es algo rojo
como ver mis propias cavidades
como no ver
como estar aquí
Sólo una cosa hay parecida al recuerdo
y son los cables
Pero no sé decir el tiempo ni el espacio
sólo es decible el mismo letargo la misma entrega
No puedo asegurar si los cables salen o entran
da igual
Estoy detenido en una suspensión redonda
eterna profunda espesa
roja
Los cables (intuyo)
son parte de mi cuerpo
una extensión lineal que quizás cruce las fronteras de esta
redondez que de a poco me borra el nombre el calendario
la lengua la designación misma de las cosas
Ya no sé cómo se llaman los cables
si son cables o venas
si la redondez es mía o ajena
Y al tiempo que todo se borra
un golpe
Cada centímetro de mi cuerpo es una cola infinita que se apaga
desde la periferia una extinción rectilínea que se propaga con
cada golpe hasta empequeñecerme
Falta poco
lo sé
es lo único que sé
que falta poco y los golpes
los golpes son lejos y se irradian y me llegan
La habitación
(eso que llamaba habitación cuando recordaba el lenguaje)
se achica
las paredes se someten a un capricho flexible que me ajusta
las paredes me asfixian
es un ahogo rojo
El derrumbe es sobre mí y corta los cables
se lleva el sopor
la flotabilidad
la paz
Las paredes me empujan en un sofoco desgarrador
todo a mi alrededor se rompe se deshoja
En la orilla misma de la dispersión ya casi no respiro y los
golpes son mortales
lo sé en la carne
Muero
Y ahora unas manos me compelen a la luz
Ahora es blanco ahora es azul
Nazco
de Estado de Espesura, Editorial Ruinas Circulares, 2012.
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