Esta mujer
A esta mujer la despierta un llanto:
se levanta medio dormida.
Prepara una leche en silencio
cortado por pequeños ruidos de cocina.
Mirá como envuelve su tiempo y en él
está viva.
y en el está viva
Sus horas
fuertemente tramadas
están hechas de fibras resistentes
como cosas reales: pan avena,
ropa lavada, lana tejida.
Cada hora germina otras horas y todas
son peldaños
que ella sube y resuenan.
Sale y entra y se mueve
y su hacer la ilumina.
Manos
Los gestos milenarios que repito
desde el tender la mesa a hacer dormirse
los niños, me descubrende pronto,
su otra cara.
Es mi mano y no es sólo la mía.
Vieja mano, viejísima, viniendo
desde siglos, se mueve
por detrás de una fría, gris mirada.
Visto y pensado, el mundo
contemplado, extendido
delante de los ojos
y los ojos buscando ver los hilos
de la espesa maraña...
Y sin embargo, manos
que nada ven, las ciegas
manos, mucho más hallan,
y sin buscar encuentran
una viva sustancia:
en palabras no entra
en los ojos no cabe.
Manos sólo la palpan.
Lo mejor sería no pensar demasiado
en ellas, las palabras. Ellas vienen
así o de otro modo
y no es tan importante.
Vidrios, ventanas son y habría que
limpiarlas
con cuidado, por eso. No pintarlas
-¿qué verías detrás?- y no adornarlas.
Por mirar el adorno en la ventana
no miraste hacia afuera.
El más breve vistazo
hubiera sido al menos suficiente
para mirar la luz del otro lado.
Si, esa luz de afuera
sobre un rostro que pasa.
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