domingo

Maria Cristina Santiago/Argentina)

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La historia permanente"Él, el hombre, se ocupaba de aquello
que ella ni siquiera agradecía;
él atizaba el fuego,
lo cual era su deber de nacimiento."

Clarice Lispector


Si intentas ser lo que el otro cree
resultas sometida a esa mirada
-piensa Leticia mientras con los dedos
pela una cebolla. Entre la sensatez y la locura
no hay respiración ni línea divisoria.
Todo es cuestión de tiempo -le dice-
persistir hasta ubicar el centro.
Capa por capa la desviste.
El cuerpo se eriza a lo evidente
pero mantiene el secreto.
La locura no es letal. Sólo unas lágrimas
mientras va camino a descubrir
el corazón de lo perfecto.
La embelesa su arquitectura que deshoja
y mira, a la cebolla, igual que a un rostro.
Hazaña de reconocimiento hacia el vacío
la tarea implica casi, lograr
el punto justo. Adivina el espacio
donde en armonía se instala el pensamiento
escurridizo; gelatina la piel que al desvestir
incita a un llanto inconsolable y seda.
Intuición de saber: tras cada lienzo subsiste nada.

Disculpen la demora -advierte a las que
esperan en la bolsa de nylon. La operación
es muy profunda y ella es única: una cebolla
única no puede desperdiciarse en rodajas.
Mejor sin lágrimas
pues si el que encendió el fuego llegara ahora
pensaría que he roto el equilibrio;
sus ojos con búsqueda total
devanarán los ángulos, las alacenas.
Pero hay orden: la comida hierve
puntualmente en la marmita
y le dará ilusoria la certeza
de haber tenido todo el día
incluso mis pensamientos, bajo su mirada.


En acto y paradoja

"El alimento que no alimenta
te hará tambalear del deseo al goce
y en el goce se desvivirá por el deseo".
I Ching

Sumergir las manos en agua jabonosa
¿he aquí el placer; la plenitud?
A través de la grasa de los platos
un goce postergado se desarma en burbujas.
La paciencia es fatal: engaña a la mujer
que cree estar viva sin ver que hasta la espuma
incontrolable muere en la canilla.
Signo: una boca abierta
recibiendo comida. Esa es la poesía oportuna
de esta hora. Alimentarlos para la infinitud
y en consecuencia: Hilda lava cacharros,
a la siesta. Sin prisa mas sin pausa
posponer el momento,
agujas de un reloj que acosa
a la conciencia.
Teme reconocerse sin reproches
en un deseo incompleto.
¿Por instalarlos en la eternidad
mató Medea a su prole?
Presta atención a lo nutriente, decía
un hexagrama, y a aquello con que trata
de llenar su boca uno mismo.
Subido a una pompa de jabón,
inoportuno, el pensamiento se abre
de soslayo. El cuerpo que acaricia en zonas
es un rompecabezas y tiene
partes nobles e innobles. Por eso será, intuye,
que sus dedos arrastran detergente y leche
por la casa y hacen ininteligibles las emociones.
Más tarde dejará para aplacarlas
correr el agua fría sobre esos pechos.
Concentrada en la pileta desengrasa
las copas. Raspa de los platos el borde.
Total, el resto es vicio. Simples fabulaciones.
Una mujer consigue dividirse en varias.
Postergar las ansias más secretas
hasta que, incluso el perro, todos duerman.
Dios es piadoso, le ha prometido en otra vida,
la unidad, no el placer si persevera.
Ahora sólo resta guardar
con precauciones, los cuchillos de alpaca.

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