Lo que falta en los recuerdos de infancia es la continuidad:
son como tarjetas postales,
sin fecha,
que cambiamos caprichosamente de lugar.
Algo se interrumpe y se corta para siempre.
Creo no equivocarme
al colocar aquí los preparativos de su primera comunión,
las clases de catecismo en la iglesia de la parroquia.
En aquellos días, su amiga predilecta, Agata,
jugaba continuamente con ella.
La perspectiva de tomar la primera comunión juntas
las unía más que de costumbre.
Le gustaba ser su cómplice en las mentiras
o en las desobediencias,
pasar de grado juntas,
usar los últimos zapatos sobre todo,
y los mismos libros de estudio.
Siendo sus hermanas todas mucho mayores,
salvo su hermano que había muerto,
se sentía muy sola.
Agata se volvía importante para ella,
por el mero hecho de tener su edad.
de Invenciones del recuerdo ( Ed. Sudamericana., 2006)
*La edición de textos inéditos de Silvina Ocampo (Invenciones del recuerdo y Las repeticiones y otros relatos, Sudamericana) permite espiar a través de sus ojos –y de la memoria de su olfato, tan precisamente anclado a la infancia– el modo en que ayuda a construir una gramática de la niñez: ritos, tabúes, prejuicios, miedos, ángeles guardianes, golosinas y asombro que no duermen nunca. Un universo tan inquietante como dramático que para colmo podría hallarse en la propia memoria.
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