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Con esta boca...Mujeres y literatura - "¿Qué es la literatura femenina ?"

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La paradoja de escribir en "femenino"

Mi amigo me pide que le escriba una respuesta a la tendenciosa pregunta: "¿Qué es la literatura femenina para vos?" Y él, se queda tan tranquilo, satisfecho de que, al formular tal pregunta, me ha salvado de ahogarme en el proceloso mar de los callejones sexistas sin salida y sus tramposas paradojas, paradojas que nos asolan a todas las literatas (escritoras y críticas) que no tenemos miedo de autodefinirnos como feministas y que, a través de nuestra escritura, nos comprometemos con el proyecto de retar nociones constrictivas sobre las diferencias sexuales, la sexualidad y su relación o falta de ella con la creación literaria। La problemática que presentan estas trampas las recoge muy elocuentemente Laura Freixas en su ensayo Literatura y mujeres (Barcelona: Destino, 2000), cuando se pregunta, con un claro tono irónico y "malhumorado" (título de su prólogo), "¿Cómo responder (. . .) cuando nos formulan la originalísima pregunta (. . .) de si existe una literatura femenina?" (Freixas 18). Yo, sencillamente, voy a evitar responder a tal pregunta, por parecerme improcedente y poco productiva y, en su lugar, voy a pasar a plantear los peligros y virtudes inherentes al proyecto que sustenta nuestro blog.


"Las mujeres venden," como bien se nos recuerda hasta la saciedad en el mundo editorial y periodístico hispano (poco importa, como bien demuestra Laura Freixas, que las cifras de ventas de libros de hombres y mujeres no corroboren este mito; los medios de comunicación masivos siguen promoviendo esta falsedad [35-41]). Me apresuro a notar, no obstante, que el querer promocionar la propia obra literaria y vender más no es, ni mucho menos, algo negativo, aunque parece que cuando son las mujeres las que tienen ambiciones de vender, sí se ve con suspicacia su deseo y se califica de oportunismo y ambición desmedida. Muy por el contrario, las mujeres seríamos unas tontas si, en el mundo agresivamente capitalista en el que nos debemos desenvolver, renegáriamos de la posibilidad de dar más publicidad a nuestra obra. Precisamente la abrumadora respuesta positiva que una recibe al convocar congéneres de la palabra y del arte a este tipo de ventana de difusión y crítica, y alistando para su número especial tantos nombres de enorme talento, confirma el deseo de muchas escritoras no sólo de "vender" sino, especialmente, de colaborar entre sí y de publicar en espacios colectivos de mujeres. No hay que olvidar, no obstante, la alergia que muchas escritoras sienten a ser agrupadas y consideradas sólo como parte de un grupo de mujeres literatas y no del más amplio grupo de escritores de su generación.

Por tanto, hoy en día, la mujer escritora se ve abocada a una situación paradójica difícil de resolver: al aceptar publicar su obra como parte de un número especial de mujeres, ¿está recluyéndose en un ghetto que, sin embargo, puede ayudarle a promocionar su obra de manera más efectiva, adquiriendo así más público lector, pero, eso sí, pagando por ello el caro precio de ser tratada con displicencia (y envidia, por qué no decirlo) por algunos de sus colegas hombres y, sobre todo, por la crítica masculinista que le colgará rápidamente el cartelito de la "literatura femenina"? ¿O acepta publicar junto a otras mujeres como un gesto de solidaridad con su sexo, estableciendo así una suerte de "espacio seguro" desde donde experimentar temática y formalmente con preocupaciones específicas a su diferencia sexual? La respuesta a esta paradoja no es fácil y la frecuente resistencia de muchas escritoras a participar en publicaciones junto a otras mujeres-resistencia a la que me refería antes-confirma la gran discriminación a la que todavía se enfrentan en el mundo literario.

Me parece que la solución a este callejón sin aparente salida se encuentra en lo que podría llamarse una autolocalización estratégica cambiante. Con esto quiero indicar que a la escritora no le queda más remedio que aferrarse al vaivén estratégico de ocupar simultáneamente el ghetto y de resistirse a él; de celebrar su diferencia frente a los escritores y de reclamar una igualdad de atención crítica para la obra de las escritoras; de tratar temas desde una perspectiva específicamente "femenina" (se defina como se defina tal adjetivo) y de exigir que estos temas se consideren tan universales como aquéllos preferidos por los hombres; es decir, de reclamar la especificidad de su sexo al mismo tiempo que desmantela completamente nociones esencialistas de feminidad y masculinidad. Sólo habitando este espacio prófugo, escurridizo, paradójico, pueden las escritoras abrirse camino en un mundo editorial y literario todavía-no lo olvidemos-fundamentalmente controlado por intereses sexistas.

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