miércoles

Claudia Lars(El Salvador,1899-1974)

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CANCIÓN DEL NIÑO INDIO




Moreno el dormido...
Quisiera saber
quién le dió, en las venas,
su color de nuez.

Quizás el terrón
de oscuro poder
o el búho nahual,
por indio, tan fiel.

Mirando, mirando,
-¡ay, lo que busqué!-
Torcaces que huyen,
sangre de los pies.

Sonríe el dormido...
Yo creo que ve
los templos perdidos,
la gente de ayer.

Tejedores de antes
-uno, dos y tres-,
bordan los faisanes,
las grecas también;

Y van los caminos
de Izalco a Petén,

entre mariposas

y verdes sin ley.


Suspira el dormido...
No quiere volver

a tierras en donde

sufre lo que fue

Caracol antiguo
guarda para él
la playa lejana
del amanecer.

Las flores del shilo
ya no son de miel;
la punta de jade
se ha quebrado en tres.

Pueblos fugitivos
tienen que correr,
y van, tras su huella,
cascos en tropel.

Despierta el dormido...
No sabe por qué
le duelen los valles,
le duele la sien.

Memorias confusas,
una y otra vez,
recogen su sueño
en amarga red.

Entre miedos largos
no sabe qué hacer,
y se vuelve el niño
de muda niñez.



Carmen Brannon, más conocida bajo el seudónimo literario del Claudia Lars, nace en Armenia, Sonsonate, en 1899, y fallece en San Salvador en 1974. Dejaba tras de sí numerosos libros de versos, entre ellos: Estrellas en El Pozo, Canción Redonda, Sobre El Ángel y El Hombre, Fábula de Una Verdad, Nuestro Pulsante Mundo, entre otros, y un libro en prosa, Tierra de Infancia, de carácter autobiográfico.
Claudia Lars, la más importante poetisa salvadoreña, en uno de sus poemas que escribió dice: Poeta soy, y vengo por Dios mismo escogida a soltar en el mundo mi canto de belleza...
Ella sabe la altura de su canto, y lo siente como una misión por Dios encomendada. Clara es la voz de Claudia, y acude a las palabras y a los arraigos cotidianos. Un ciro, un barrilete, le hacen soltar el vuelo al mismo título que el amor o la muerte. Por la sangre de su padre irlandés entran en su palabra las heladas islas de niebla, y las hadas; y por su madre y su vivencia entran las bellezas y las misérias de nuestra patria.

Pertenece a un momento en que la poesía femenina da grandes luces en las tierras de América:
Alfonsina Storni, Juana de Ibarborou y Gabriela Mistral, de la cual fue amiga. En sus cartas la gran escritora chilena hace patente su admiración por su homóloga salvadoreña.

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