A Manuel Inchauspe
Visité al poeta.
Delgado y pálido yacía
en una de las camas del subsuelo
de la sala de toxicología.
Qué extraño tesoro
el sol de otoño,
a través de los vidrios esmerilados.
cómo flotaba,
única dicha sobre su rostro
y rebotaba en el suelo,
donde los algodones con sangre
y colillas de cigarrillos
decían que la vida existe siempre,
donde quiera que se esté.
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