viernes

Rocío González (Juchitán, Oaxaca, 1962)

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Tiernamente empeñados en morir
emperrados
tiernamente afierados
emponzoñados
hasta el morir
hasta la muerte
que espanta y atosiga
con su bondad enorme
y su insípida misericordia
con su ventral misericordia
su intrauterina misericordia
tiernamente empeñados
vueltos de cara y uniformes
a menos de un instante
del abismo nuevo y conocido
a menos de toda una larga borrachera
de estupidez y ganas
de consciente colectivo
y egoísta sentido común
estamos tiernamente empeñados
en preñar
más de estas matrices
para perpetuar el mal desde su seno
y esparcir trincheras
aulas
patios
de tierna obstinación en vivir.

( del poemario "Lunacero",2006)

Es poeta. Estudió lengua y literaturas hispánicas y la maestría en literatura mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; y realizó un doctorado de literatura latinoamericana. Ha sido colaboradora en revistas, periódicos y suplementos culturales, entre los que podemos mencionar Blanco Móvil, El Latinoamericano Internacional, El Nacional Dominical, Guchachi’ Reza, Hojas de Utopía, Ojarasca, Revista Universidad de México, Sábado, Viceversa y Zurda.
La poeta ha sido becaria del INBA (1991), del FONCA (1992 y 1996) y del FOECA-Oaxaca, (1998). Fue ganadora del Premio Nacional de Poesía Benemérito de las Américas 1998 y del Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa, del Estado de Coahuila, 2002 por Lunacero. Ha publicado los libros de poesía Poemas (1988), Paraíso de fisuras (en coautoría con Natalia Toledo, 1992), Ángeles en vilo (1993), Interiores del tiempo (1995), Las ocho casas (1998), Vislumbre (1999), Luneverses (2002), Pasiones tristes (2004), Azar que danza (2006) y Lunacero seguido de Como si fuera la primera vez (2006).
En su libro de ensayo recientemente presentado en México "El lenguaje como resistencia", Rocío González busca explicar su mundo, el de las palabras; lo hace a través de cinco capítulos en los que busca explicar el lenguaje “como constructor de realidades... como el mediador entre el ser humano y el mundo... como posibilitador del misterio, de lo sagrado, de lo imposible” en una época en la que “la confianza en el lenguaje y su sentido se han resquebrajado”: la posmoderna era actual, en la que el lenguaje parece significar menos. Ante esta perspectiva, González propone: “el lenguaje debe ser defendido como una forma de resistencia frente a una humanidad que se empeña en vaciarlo de sentido y de modificarlo”. Para ello, hace un recorrido a través de los principales autores de la posmodernidad, con la intención de explicarle –y explicarle al lector– cómo ven éstos al lenguaje y por qué.
“Las poéticas que propongo como posturas del lenguaje en resistencia, frente a la pérdida de sentido que impone la globalización, son la búsqueda de lo mántico en la poesía, la literatura absoluta y la poesía neobarroca... Lo que verdaderamente quisiera que resuene en los lectores es... que nos atrevamos a creer y a crear realidades menos injustas, más tolerantes e incluyentes, a través del intercambio de ideas, emociones y experiencias que propicia el lenguaje (un lenguaje que diga, pero que también escuche y acepte), pues ese intercambio, en última instancia, es la capacidad de dar y recibir amor”.

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