martes

Verónica Jiménez(Santiago, 1964)

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Desembarco de las horas
*
UN niño es un huésped del mediodía
y en sus ojos guarda miradas
para mañana, para cuando
se haya destilado
esta gota de tiempo,
de tiempo que no espera.


Alguien piensa en esto
y garabatea una palabras
al respecto: que es más
veloz su lengua
que la canción que canta,
que sus juegos
van más rápido
que su tren eléctrico.


Pero el niño sólo aguarda
la llegada del verano
y de otros niños
con quienes zambullirse
en las aguas estivales del tiempo.

*

Desambarco de días que se suman a otros días,
el navío extiende sus velas
y tú sostienes el aire con pilares de tiempo.


El navío sin provisiones ancla en tus manos:
ayer es otro día, ayer es menos,
una curva zigzagueante de idas y venidas
entre tu cuerpo y las abstracciones,
más lejos aún de la tersa enredadera
del pensamiento que
con paso de equilibrista
logra exacerbar un momento
y detenerlo,
como se atrapa el viento que discurre
cargado de frases sonoras.

Conserva hoy lo que dijiste ayer,
-apártanos de las omisiones, tiempo bendito y
el día será un suave desborde
de buques que perduran en los escaparates
del sueño, y en la vigilia migran
hacia días venideros, con la paciente actitud
de un paisaje marino o una sombra.


No hemos hecho otra cosa que comparecer
ante el instante universal que se replica:
a cada momento que huye le sigue otro momento
a cada nombre que digo le aparecen nombres nuevos.
Aplacas el fuego, duplicas el aire
como una llamarada incesante.
Escribo palabras que permanecen intactas,
son insectos que suben
la sinuosa escalera del mañana.


La enemistad no nos impidió amar.
El paso del tiempo no nos impedirá amar.

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