aire
Nos mantiene, suavemente,
juntos
Presiona desde fuera, contra el tímpano.
Presiona en las palmas de nuestras manos
pero nada sostiene para sí.
El calcetín camina por encima
de la silla, la blusa
en el suelo. Cuando la tocamos,
se mueve hacia el costado—un modesto médium
que las sólidas cosas mueve.
Los chicos corren por la calle,
se golpean, dejando
recortada la forma en cada posición
que, por un instante, flota
detrás de ellos.
Realiza una ronda
de cosas hiladas
pero se ajusta en un espacio rectangular como
el de un cuarto.
Es la única compañía
para el viejo que ha estado todo el día
en calzoncillo.
Él vino hasta el porche al mediodía
para conseguir más.
Las personas identificadas con el objeto que las rodea
lo llaman “Atmósfera.”
Lo que las personas ven
es a si mismas: ellas aprueban o no,
salen para bien o para que regresen.
El aire es inocente ante estos juicios, no tiene
personalidad para proteger.
Tiene
un hábito simple:
llena cualquier cosa.
Ocupa enteramente los hoteles
en temporada baja
Dibuja el vacío como lo hace
una pregunta ante la respuesta. Solo una persona
puede completar el rompecabezas: la vacante interior
encerrada tras las miradas.
Permanece todo fluyendo alrededor
de las paredes, del cuchillo.
Podemos cambiarlo
tanto como a nosotros mismos o
a otra persona,
muy poco.
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