domingo

Antonia Palacios (Venezuela,1904-2001)

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No tengo dónde sostener la casa. Toda tierra es deleznable, toda tierra se derrumba. Pienso una casa en el aire,
una morada abierta por donde transite el viento. En sus grandes agujeros anidarán las palomas. Mi madre llenará los vacíos dejando caer semillas desde su delantal ligero. Habrá latidos de perros y llegarán las tinieblas mucho después que el silencio. En el umbral de la puerta, mi madre vestida de blanco, recibirá el mensajero.


Todo se copia a sí mismo. Todo se refleja en un espacio perdido. El pájaro copia otro pájaro. La vida copia otra vida. Quiero mirar el pájaro caído desde lo alto, mirar comienzos de vuelo, alas en ejercicio y aquel aire que se copia de otros aires más ligeros. Voy contando los comienzos. En el sitio más fecundo mi madre se echó a dormir. El hambre me va acosando. Un hambre de cosas vivas. Mi madre inventa unos brazos que se alargan memorioso. Miro mi sitio vacío, clamo por el olvido. La claridad de mi madre comienza a copiar la sombra.


Tengo un ojo que sostiene las cosas en el aire. Un mirar que se adentra hacia la sombra. Un vacío recién abierto muestra su desnuda hondura. Todo se vuelve oscuro. Se disuelven las formas, cambian los sonidos. Las distancias se borran y comienzo a transitar mis límites.

de Hondo temblor de lo secreto.Poemas (1979-1980), Monte Ávila Editores, 1993.

*Fue la primera mujer en Venezuela que obtuvo el Premio Nacional de Literatura (1976). Nacida en Caracas. Distrito Federal.
Antonia Palacios ha destacado en la ficción venezolana por el cultivo de una prosa artística, dentro de la literatura escrita por mujeres, más ligada a los temas sociales. Su novela Ana Isabel, una niña decente (1949), es una rememoración de la infancia feliz de la protagonista, la cual recupera en sus recuerdos ciertas zonas del centro de la ciudad de Caracas. En 1954 publicó Crónicas de las horas. Tras un prolongado silencio de varios años inició, con Los insulares (1964), un ciclo de cuentos en los que realizaba una incursión poética en el devenir de la conciencia. Su prosa es, en su elegancia, heredera directa del mensaje de Teresa de la Parra. También ha dejado su huella en el cultivo del poema en prosa con el libro Textos del desalojo (1973), que avanza en la línea iniciada por José Antonio Ramos Sucre. Es autora también del volumen de ensayos París y tres recuerdos (1944) y de las crónicas de Viaje al frailejón (1955). Obtuvo el Premio Nacional de Literatura conEl largo día ya seguro (1975).


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