El deseo es como un árbol
copioso
abierto y verde
húmedo en la profundidad
morado
oscureciendo el territorio de los besos.
Una elipsis incolora
vibrante y quebradiza
en la orfandad de los impulsos.
Un árbol crecido a dentelladas
erizado en el hambre
cubierto de pétalos filudos
florecido
en la límpida altura
enraizado en la atmósfera pura del grito
abigarrado y desnudo
solo en el cielo amplio
vacío y encabritado
caracoleando en las aguas turbias
del clarísimo relámpago.
Cometa desgarrado
volumen de sal ardiente
cuerpo celeste
extraviado
agitado por la muerte que no es muerte
fugitivo prisionero
del instante.

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