jueves

Louise Glück (EEUU, 1943)

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inferno



¿Por qué te fuiste?

Emergí viva del fuego;
¿será posible?

¿Cuánto se perdió?

Nada se perdió: todo fue
aniquilado. La destrucción
resulta de la acción.

¿El fuego fue real?

Recuerdo, hace veinte años, la casa en llamas,
y a nosotros tratando de salvar lo que
podíamos.
Porcelana, cosas así. El humo acre,
cubriéndolo todo.

En mi sueño, yo erigía una pira funeraria.
Para mí, se entiende.
Pensé que había sufrido ya bastante.

Pensé que era el final para mi cuerpo: el
fuego parecía
un desenlace adecuado para el hambre;
eran la misma cosa.

¿Y, sin embargo, no moriste?

Fue un sueño; creí estar yendo a casa.
Recuerdo que me dije
no va a funcionar; recuerdo haber pensado
que mi alma era muy terca para morir.
Pensé, como la mayoría,
que alma y conciencia coincidían-

¿Por qué te fuiste?

Me desperté en otro mundo.
Así de simple.

¿Por qué te fuiste?

El mundo había cambiado. Por lo que vi,
caminé desde el fuego
hasta otro mundo-tal vez
a la morada de los muertos.
No el fin de la carencia sino la carencia
elevada a su máximo esplendor.
El misterio

Me convertí en un ser de luz.
Estaba sentada en un porche, en California,
rodeada de rosas carmesí; un cochecito
amarillo
pasó con un bebé que hacía burbujas
como un pez.

Yo estaba sentada en una hamaca
leyendo por enésima vez a Nero Wolfe;
en su misterio se puede descansar.
Reconozco al inocente: en parte he incorporado

el genio del maestro; en su mente sutil
el tiempo se mueve en dos direcciones:
hacia atrás,
del acto al motivo,
hacia adelante, a una justa solución.

Corazón audaz, nunca vuelvas a temblar:
la única sombra que hay es la de la palma
angosta
que no puede encerrarte en absoluto,
no como las sombras del Oriente.

Mi vida me condujo a muchos sitios,
oscuros, muchos de ellos.
Me llevó a pesar de mí,
empujándome de atrás,
de un mundo a otro, como
al bebé de las burbujas.
Y todo era arbitrario,
sin forma discernible.

La amenaza y la pregunta apasionadas,
la eterna pelea por lo justo,
fueron, sin duda, engañosas.

Y aún así, vi cosas sorprendentes.
Al final, me volví casi radiante;
llevaba mi libro a cuestas
como una estudiante ansiosa
que se aferra a misterios simples

para poder acallar en sí misma
las últimas imputaciones:

¿Quién eres y cuál es tu propósito?




Traducción de María Negroni.
Imagen: Brook Shaden.

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