1985. DIEZ AÑOS DESPUÉS.
El corazón que está en mis manos
dice: lentitud de vida corre por la sangre,
los restos de esta tarde ser irán conmigo,
mi mañana la guardarás entre tus ojos
como dos lágrimas puras de invierno,
las venas se enfriarán como vigas de cemento
opacas de naturaleza.
Y recogerás ese corazón que una vez dijo:
hija, madre, niño, taxi, avión, caballo,
rosas negras y blancas en un jardín
que nunca recordarás.
Y como días en tu bolso lleno de alfileres
se guardarán la risa, las manos, tu silencio.
Y aquella barba que afeitabas muy bien
los días de mi cumpleaños.
SI VES UN GATO NEGRO, DECIA MI ABUELA
Manadas de gastos merodean la noche de mis tejados,
manosean el secreto de los amantes,
y con sus garas afiladas corcovean sobre la hembra herida,
lloran porque están solos,
recorren las calles abandonadas,
con el temor que una mano los condene,
olfatean un olor a pollo asado, a pan recién horneado
y en el solar, macho y hembra,
aislados, perteneciéndose en cada marejada.
Si ves un gato negro, decía mi abuela,
te abrumará de noches,
y con las uñas te sacará los ojos.
Como auténticos cuervos de la existencia,
arrimados a la puerta con aire de perdón,
no sabrán que esa misma nochez,
serán gatos en la ventanilla de un bus azul.
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