martes

Gladys Ilarregui (Argentina, 1958)

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DE ESTA MANERA, NO HAY ALGO COMO UN SIGNO


Homenaje a Zygmunt Bauman

No hay nada que indique un camino seguro
es una mano que se abre o se cierra, el mundo ataca
la luz se prende de golpe, el bebé aprieta los ojos
la mujer de cabellos rojos imita la aurora,
y lo peor, los viejos son ignorados como si no
estuvieran allí, y aún respiran y duermen.

¿Qué hicimos con esa sensibilidad que dolía
como un dolor de párpados? ¿Qué territorio
atravesó la respuesta segura? Todo titubea
se acaba y comienza como un llanto inesperado.

De esta manera, no hay algo como un signo.
El lugar puede ser una nube, el tiempo puede ser
una escalera rota, saber a dónde vamos puede
ser un reloj dormido en la tierra




PIENSO EL SOL


en la piel del sol enloquecida por la distancia que
nos separa aunque ahora venga a mi ventana esta
resonancia de lo que fuera el sol allá en alguna
parte que yo nombro con trozos de viento en la boca
pienso en las vidas que pasan detrás de una ventana
incluso la vida de los árboles salvajes con sus hojas
limón, con sus hojas verde amarillo limón y sus
largos brazos ocultos debajo de la tierra aferrando
esas escalinatas hacia el infierno que tiene todo
el morir o el perder semillas, anillos, abecedarios
partes del juego, en las infancias de flores muertas
el verano pasado, y todavía su pequeño tallo
vacilante ahí, en la memoria

¿te dije que todavía me gusta el té en una tetera
vieja?. Una tetera que no sea presumida, que venga
de un estante en una tienda de segunda mano,
con una flor de las que recuerdo ese otro verano
todavía incrustada hacia una costado cerca de la manija.

a veces titilo
- como el brillo del sol el agua en la taza
como los últimos reflejos de los ojos de un niño que
se acordaba de una guerra antes de nacer, y lloraba
desconsolado en los brazos de alguien en un
hospital ajeno. Como la burbuja soplada por la
niña en la calle – tiemblo- un segundo antes de
romperme las rodillas contra la vereda y una
media rota. Tiemblo como los elefantes ilustrados
en el vidrio de una habitación donde duermen
juguetes que respiran solo por la noche.


Si fueras el sol, comprenderías tantas cosas que
ahora son ajenas a esta pubertad del mundo.
Si fueras el sol todas las lágrimas serían constelaciones
musicales, si fueras el sol sabrías que uno muere
tantas veces antes de morirse, y que una mujer puede
nacer de más de un vientre, más de un espejo,
más de una identidad con sus ojos fijos,
si fueras el sol, la verías resplandecer cada
vez que alguien la nombra con los dedos quietos
sobre una ventana.

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