Las bestias
Pero eso fue tiempo antes del jeep amarillo,
amontonados todos, castillos de arena, los niños atrás y si te piso la caña de
pescar seguro me pegás en el brazo, porque sos bruto, aunque te rías tierno de
mi sal en las pestañas. Sos bestia y no te das cuenta que aunque no quieras puedo distinguir al canillita parado en la esquina de la iglesia, el que
abanica un diario con letras negras. Tuve que asomarme a la ventanilla y mirar
sobre las cabezas. No me olvido más: un señor incinerado porque para otro señor
sacarle una foto era como pegarle un tiro. Fue ahí cuando supe que había
solamente dos formas de morir: baleado en una isla o quemado en un acantilado.
Las maravillas de la costa atlántica. Uno a uno crecíamos, y con alivio nos
íbamos salvando de eso. Pero seis años después: Nos vamos a Brasil que allá hay
menos viento, que allá transar es coger, y entérense chicas, el sexo oral no es
hablado, ni en la China, ni en Florianópolis, ni acá. Quiero decir, hay cosas
del cuerpo de las que nadie se salva: fue en la última escena en el último
capítulo cuando me di cuenta de que esa cantante, voz y pelo lacio, violáceo,
de Robotech, era un travesti. Apagué el televisor con angustia. Mamá ¿De qué
sexo es un travesti? Y ella: Cambiá de canal y poné De carne somos. Entonces la
furia: Vos, mamá, no te parecés en nada a un travesti. Los travestis cantan
como los dioses. Y ella, atajando otra vez: O andá a jugar al patio, tu hermano
está entre las cañas. Pero mamá, ¿y si nos caemos al pozo ciego? ¿Vos decís que
no vamos a ver nada, pero nada?
Apenas este canto
que de tan verde se pudre
withmaniano
olvidado del hombre
y de la oda al nombre
que lo sostiene
Un canto musgo y
quedo
ni desarma ni sangra
la memoria
de lo absurdo
quiero decir
Desconocido
te hubiese besado
los párpados
para que me lleves en el lomo
de la verdad que viste
En: La cruz al sur, inédito, 2012.
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