jueves

Mariela Gouiric(Argentina, 1985)

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Boas noites hablan los letreros de los colectivos

Trae por favor la noche,
las lucecitas navideñas sobre las palmeras.
Ayudame a que esto sea un canto,
que repitan las madres en las cunas
de sus recién nacidos cuando tengan miedo de dormir.
Con silencio terminemos la cena.
Ssssshhh, ssssshhhhh
Suave, no vayas a golpear la cuchara contra el plato.
Salgamos andando.
Podés darme la mano, te doy permiso.
Mostrame el nombre de los árboles,
de los autos estacionados. Besémosnos.
Contame cuál es tu modelo y color preferido:
Amarelo, preto, branco, azul, vermelho, prata.
Chebrolet, Nissan, Peugeot. Citroen, Renault.
Ford, Honda, Volkswagen. Recitame
el nombre de las estrellas,
para que sea nuestra charla como la novela de las nueve.
Qué felicidad cuando algo bueno se repite:
Los lunares en la piel de un padre,
los lunares en la piel de un hijo.
Qué alegría cuando pasa algo parecido a otro algo que ya pasó.
porque siempre estamos extrañando, pero ahora mejor
seamos valientes y hagamos algo que sirva para algo.
Cualquier cosa.
¡Ya sé! Tapemos los buracos de la calle con los huesos
de pata de vaca,
que a la tarde perfumamos con limas y hervimos
con el calor de la garrafa.
Eduquémoslos a ocupar los agujeros del suelo
encastrándolos hermosos con nuestras manos.
¡Los autos van a quedar agradecidos
de que cuidemos sus pasos!
Pero si los huesos no alcanzan
podemos juntar vidrios de vasos rotos
en algún festejo. Y sino encontramos nada,
podemos caminar hasta la playa
y juntar piedras y caracoles. Esqueletos de pescado.
Escamas iluminadas por la luna.
Escamas iluminadas por los barcos.
Escamas sin iluminar.
¡Eso para después igual! Ahora vos quedá tranquilo,
acostémonos encima de los charcos.
Sobre la lluvia quieta entre los huecos del mato,
para pintar sobre mí –con barro-
tu color. De verdad lo necesito.
Tu color.
Y si todavía no llovió,
volvamos a la casa y traigamos con baldes el agua enjabonada
que brilla en el tambor del lavarropas.
Y si está desagotado
caminemos hasta la playa
y saquemos del mar
agua salada para temperar la tierra.




Podría quedarme


Casarme
con uno y dedicarme:
Lavarle la ropa, cepillarle los dientes.
Lustrarle la piel con blem
en una gamuza muy suave que no lo ralle.
¡Que brille como un cerámico encerado!
¡Que sea el tornasolado de unos lentes de sol!
Alimentarlo con las carnes más baratas, los porotos más pesados.
Arroz blanco sacado del fuego en el momento justo.


Esperarlo a que llegue del trabajo
con el deseo de tomar un baño,
para sacarle las chinelas,
y la ropa sucia de la construcción.
Sentarlo en una silla, en el frente de la casa
bajo los árvores. En el pedazo de tierra que
liberé del mato para él.
Ponerle los pies en una palangana con agua tibia
y con una esponja cubrirlo con espuma de jabón.
Después con un jarrita, enjuagarlo despacito,
ayudando con la manito
para que todo corra
y no quede nada que arruine la belleza de su color.


¡Los hombres siempre quieren algo
y en ellos está muy claro!


Puedo poner flores rojas, violetas y blancas en su almohada.
Sábanas de seda que lo abracen si un día,
Deus não
quera, ya no estoy.
Encender el ventilador que espante los mosquitos
que traen el calor y la noche.
Y por si eso no alcanza, quedar a su lado besándole la espalda,
echándole aire con palmas de cocotera,
y sirviéndole vasos de agua fresca
que cuiden su sueño.


Ellos tienen madres también negras, buenas suegras.
Como leonas me ofrecen dormir a su lado,
en camas rosadas, la siesta.
Para convencerme con novelas y cerveja fría
que me quede con su último cachorro libre:
El más joven, el más hermoso, el más fuerte.
-Você pode voltar para casar com Baby.
Você pode. Você quer?-.




Al final se me dio y amanecí negra


Preta, nega, escura, noturna.
un tronco de palmera que un bandido incendió
en un terreno fértil.
Un hermoso hematoma como cuerpo
porque la negrez es la abundancia:
El cabello más
enrolado. La carne más
dura. Los pechos engrandecidos de leche
y un tremendo bum bum
naciendo en mis espaldas, debajo de mi pollera
sin pedir permiso
para darme la bienvenida al color que siempre baila.
Que tiene las piernas duras de bajar y subir el morro andando todos
los días. Todos los días más probabilidades de meter un gol tiene
ahora la superficie de mi estuche
por negra, luminosa y brillante como sumergida
en campos prósperos de aceite de girasol.


Y con la obscuridad en mi piel surgieron los dones:
En los árboles que no dan flores
colgué flores de plástico.
Si el árbol no me da flores,
¡Yo le voy a dar flores al árbol!


Envolví en míos brazos
las ropas de todos,
y llevé a todas ellas para lavarlas
al frente de la casa.


En un lavarropas la ropa se lava.
En el otro la ropa se enjuaga.
Se doblan y se enroscan, se escurren,
pequeñas nubes de algodón, nylon y jean
para hacer llover .
Como no tengo broches, en tiernos alambres de púa
pinché los vestuarios, para que no se caigan.
Que calvario cristiano se armó sostenidas las prendas
para que no se ensucien, crucificadas.
-Ahora puedo pedirles un deseo- pensé -pero cierto que ya estoy negra-.
Mi deseo ya estaba.
Cuando acabé,
saqué el agua con un balde
para empujar, con pequeños oleajes inventados con escobas de pelo duro,
desde el suelo de cemento hasta el suelo de tierra
las hojas de los árboles
y las manchas de aceite que desangraron
los autos.


En mi nuevo don también saludé a puro grito
a todos los que pasaban
levantando mios brazos, con mía sonrisa blanca:
-Paixão de mia vida! Oi meu amor!
Apaixãonada por você estou!-
Convidé todos beber cerveza
que cobré siete reales, la de litro. Y dejé
que me invitaran a beber con ellos
los más hermosos albañiles que en mia vida vi.
Mios amigos para siempre.
Esos que salen del trabajo y pasan por el bar para olvidar
y poder continuar el día con alegría
como si nunca hubiesen trabajado
ni tuvieran que volver a trabajar.
Desarmar la memoria con la mecánica misma
que se ensambló un ladrillo con
otro ladrillo en la construcción:
Una copa, otra copa.
Otra.
Una copa, sólo otra. Una más.
Esta bien, otra. Otra más.


Trajeron para mí pescados pequeños
más o menos de este tamaño:
……………………….
Sentada sobre el tronco de banqueta, abiertas
mias piernas,
sostuve cada pez que limpié
con mío cuchillo
con mía alegría:
Abrí,
corté,
raspé
y
separé
casi como a Dios le encanta hacerlo:
lo bueno de lo
malo. Lo feo de lo
bello.
Igual todo es alimento.
En la olla hirvió lo bueno, como una sopa perfumada en limones.
Un caldo que chuparemos con las manos,
sostendremos con las lenguas y tragaremos.
Lo malo quedará al costado de la casa
para que sean el alimento
de los gatos domésticos
que nunca se dejaron acariciar.


Esto no es apología de la negrez
pero ahora que soy negra me siento mejor.
Hasta puedo enseñar a bailar.
Antes podía pero nadie me creía.
Você tem que escutar a música.
Escutar, escutar, escutar.
No vale espiar suyos pies.
Escucha y siente tu corazón.
Mirada al frente, sonrisa grande,
nada de espiar los pies
y así se baila:






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