jueves

Sharon Old (E.E.U.U., 1942)

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“En el oscuro cuarto de madera al mediodía/ la madre tuvo una charla con su hija./ La grosería no podía seguir, la maldad/ con su pequeño hermano, el egoísmo./ La niña de 8 años se sentó en la cama/ en un rincón del cuarto,/ los iris destilados como las últimas gotas de algo, su cara/ terca se ablanda, avergonzada,/ destellos plateados en los ojos como agua/ distante que se vislumbra a través de los bosques./ Aguantó y aguantó hasta quebrarse y gritar/ ¡Odio ser una persona! Y se zambulló/ en su madre/ como / en / un estanque profundo - y no sabe nadar,/ la niña no sabe nadar.”

 “35/10”: “Mientras cepillo frente al espejo el pelo/ sedoso y oscuro de nuestra hija/ veo los destellos grises del mío,/ la sirvienta canosa detrás de ella. ¿Por qué será/ que justo cuando empezamos a irnos/ ellas empiezan a llegar, que el pliegue en mi cuello/ se hace más visible cuando los bellos huesos de sus/ caderas se afilan? Cuando mi piel muestra/ sus cicatrices secas, ella se abre como una flor/ húmeda y precisa en la punta de un cactus;/ cuando mis últimas oportunidades de concebir un hijo/ se sueltan de mi cuerpo, entre ellas las fallidas,/ su pequeña cartera llena de huevos, redondos y/ firmes como yemas, está a punto de/ desabrocharse con un chasquido./ A la hora de dormir,/ cepillo su pelo enredado y fragante. Es una vieja/ historia –la más vieja del mundo–/ la historia de la sustitución”.

 “No bien mi hermana y yo salimos de la casa/ de nuestra madre, lo único que queríamos/ hacer era coger, borrar/ su pequeño cuerpo de gorrión y sus/ patitas de grillo. ¡Los cuerpos de los hombres/ eran como el cuerpo de nuestro padre! Las pantorrillas/ macizas, los flancos, los muslos, la estructura/ masculina de las caderas, las rodillas-/ podíamos tenerlo a él ahí, el declive de las nalgas prohibidas,/ la parte de atrás de las rodillas, la pija/ en la boca, ah la pija en la boca./ Como exploradores que/ descubren una ciudad perdida, nos volvimos/ locas de alegría, desvestíamos a los hombres/ lenta y cuidadosamente, como si/ descubriéramos artefactos enterrados que/ probaban nuestra teoría de una cultura perdida:/ que aunque Madre dijera que no estaba ahí,/ estaba ahí”.

de La materia de este mundo
( incluye poemas de ocho libros: Satán dice (1980), Los muertos y los vivos (1984), La celda de oro (1987), El padre (1992), El manantial (1996), Sangre, lata y paja (1999), La habitación sin barrer (2002) y Una cosa secreta (2004)). 

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