miércoles

Giovanna Pollarolo Giglio (Perú, 1952)

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El premier viaje contigo

fue de Tacna a la Boca del Río
un sábado de invierno por la mañana.
Compraste dos Inca Kolas y dos mixtos en el Italia
y yo saqué a escondidas dos toallas de mi casa.
Había apenas una tenue resolana
zurumbe,
acá llaman zurumbe a la neblina de mediodía que refresca y alivia
los calores del verano, te expliqué;
no era verdad, pero la palabra te gustó y me creíste
a pesar del invierno.
Te hablé de una playa llamada Pozo Redondo
que parecía de postal:
algún día levantaré ahí una casa para mi vejez, dije
y te fui indicando el camino.
Cuando llegamos empezó a brillar el sol
la playa también te pareció hermosa
como el sueño de la casa mirando al mar, en lo alto.
Ahí mismo, en la arena
junto a la inmensa roca que nos protegía del viento
hicimos el amor por primera vez.
El sol cegaba mis ojos, pero creo que fui feliz.
Anochecía cuando regresamos
y yo me senté muy cerca de ti, juntas nuestras manos.
Mirando la carretera, mirándonos
nos detuvimos varias veces
te gustaba el olor limpio del desierto
y el silencio y las estrellas y el cielo despejado.
Juramos que nos amaríamos siempre.


Tuve que detener el auto al costado de la carretera
lloré hasta cuando el sol me hizo saber que era mediodía
y el calor me agobiaba.
Entonces me soné la nariz
y el pañuelo se llenó de sangre.
Se me ha roto el corazón, pensé.

de La ceremonia del adiós, Peisa Editorial, 1997

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