jueves

Safo embellece el arte de envejecer

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Poema de Safo




Consagraos, muchachas, a los bellos dones de las musas
de seno fragante, y a la aguda lira que ama el canto.

Mi cuerpo, en cambio, antes tierno, es presa ya de la vejez;
blancos se han vuelto mis cabellos negros.

Pesado siento el corazón; no me sustentan las rodillas,
que antes eran ligeras para danzar, como cervatos.

A menudo me lamento, pero ¿qué se puede hacer?
No envejecer, siendo humano, es imposible.

Cuentan que a Titono la Aurora de rosados brazos,
locamente enamorada, lo llevó hacia los confines de la Tierra.

Joven y hermoso entonces, con el tiempo lo alcanzó
la gris decrepitud, marido de inmortal mujer.

*"Fragmento de Colonia y papiro de Oxirrinco. Reconstrucción de Martin West. Novedades de la "hermosa Safo"El año último, en la Universidad de Colonia, se descubrió un textofragmentario de la gran poeta clásica en un rollo de papiro. Se lopudo integrar con otro fragmento ya conocido y se recuperó así todo elpoema".



Otros poemas de Safo




Se han sumergido la luna y las Pléyades, media
noche, pasan las horas , y yo duermo sola.


Sola, en alta rama, enrojece ,
una dulce manzana,
alto, en lo más alto, inadvertida a los recolectores.
No, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.




De nuevo, el relajante Amor me perturba.
Rastrero, incombatible, dulceamargo.
Para ti, Atis, es odioso preocuparte por mi,
y revoloteas hacia Andrómeda.




Me parece que igual a los dioses
es aquel joven que frente a ti
se sienta y escucha de cerca mientras
amable conversas.




Y sonrie seductora. Sí, esto
aterra mi corazón dentro del pecho,
pues tan pronto te miro un instante,
como ya me es imposible decir una palabra,
pues mi lengua desfallece;
en seguida,
un fuego sutil irrumpe bajo mi piel,
nada veo con mis ojos, zumban
mis oídos,
se me esparce el sudor, un escalofrío
me apresa toda, estoy más pálida
que la hierba y me parece que
falta poco para morir.
Pero todo hay que soportarlo, pues
esto es así.


Amor: zarandea mis sentidos, como el viento
en la montaña acomete a las encinas.


Tengo una linda niña
con la hermosura
de las flores de oro.
Cleide, mi encanto.
Por ella yo daría
la Lidia entera y mi tierra querida.


No llores, Cleide:
donde se honra a las musas
no se permiten
trenos, en nuestra casa no sientan bien.

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