
no hay nada que me duela más
que el dolor de mis padres
por sus padres muertos.
Cuando brindan calladamente en su memoria,
en un almuerzo frente a su niña linda viva.
Cuando mi mamá le lleva flores
a su mamá en el cementerio.
Yo me veo frente a su tumba
llorando algún día.
Porque ya no la tengo,
y ella ya no tiene a su niña linda.
Me acordaré que me contaba
cuentos sobre su mamá que a mí me aburrían
como una forma de dejar un atisbo
de su memoria.
Yo estaré alerta de rescatar que:
a mi papá de niño sólo le podían dar un penny
para ir a jugar a
Coney island.
Que mi mamá se estrujó toda la vida
entre sentimientos de culpa
porque en su época no existía
el confort de los psiquiatras.
Poeta venezolana nacida en Lima, estudió comunicación social y letras en la Universidad Central de Venezuela. Formó parte del grupo literario Eclepsidra, en cuyo colectivo “Vitrales de Alejandría” (1994) aparecieron poemas suyos. Su obra poética está recogida en “Oraciones para un Dios Ausente” (Caracas, Monte Ávila, 1994). Antes de quitarse la vida había terminado un nuevo cuaderno, que editará Pequeña Venecia.
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