sábado

Clarice Lispector (Ucrania-Brasil, 1920-1977)

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Antes de la aparición del espejo las personas no conocían su propio rostro más que reflejado en las aguas de un lago. Después de un cierto tiempo cada uno es responsable de su cara. Voy a mirar ahora la mía. Es un rostro desnudo. Y cuando pienso que no existe otro igual al mío en el mundo siento un susto alegre. Y nunca lo habrá. Nunca es lo imposible. Me gusta nunca. También me gusta siempre. ¿Qué hay entre nunca y siempre que los une tan indirectamente e íntimamente?


En el fondo de todo está el aleluya.
Este instante es. Tú que me lees eres.


Me cuesta creer que moriré. Estoy burbujeante en una frescura helada. Mi vida será larguísima porque cada instante es. La impresión es que estoy a punto de nacer y no lo consigo.
Soy un corazón latiendo en el mundo.


Tú que me lees ayúdame a nacer.
Espera, está oscureciendo. Más.
Más oscuro.


El instante es de una oscuridad total.
Continua.


Espera, empiezo a vislumbrar algo. Una forma luminiscente. ¿Una barriga lechosa con ombligo? Espera, porque saldré de esta oscuridad donde tengo miedo, oscuridad y éxtasis. Soy el corazón de las tinieblas.


El problema es que en la ventana de mi cuarto hay un desperfecto en la cortina. No corre y por lo tanto no se cierra. Entonces la luna llena entra del todo y viene a fosforecer de silencios el cuarto; es horrible.


Ahora las tinieblas se van disipando.
He nacido.
Pausa.
Maravilloso escándalo: nazco.

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