domingo

Malú Urriola (Chile, 1967)

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Pasé el sábado tumbada, fumando y leyendo, otra vez perdiendo el tiempo, tú sabes que el tedio me hace leer mucho y perder mucho el tiempo, me quedé pegada mirando al techo como una idiota, trivializada como una idiota, porque sólo una idiota puede espantar esta pena, no quería oírte, no quiero escucharte... me hace bien quedarme sorda, me hace mal, me saco el brazo para calmarme, lo tiro sobre la cama y me calmo, no sabes cómo me calmo, porque sin este brazo no soy nadie, nadie, sin este brazo soy la pobre inútil que quisieras ver, sé que desearías verme sin este brazo, sería tu triunfo que me quedara muda y no te hablara, y es que no te hablo, leí La amortajada sola, solita, amortajadita... entonces no tenía esta boca, esta herida tuya sobre el lomo que no se cierra... entonces no escribía ni era como si lo hiciese, sorda era sorda y no hablaba de nada y no tenía nada que escribir a nadie, ni me importa si te gusta la Bombal, ni sentía este impulso de averiarme, ni de escribir como una bruta, porque sólo una bruta bracea contra la corriente, sólo una bruta escribe en estos tiempos brutales, porque soy incapaz, tosca y necia, bruta la que cree que escribiendo vive, que escribiendo muere, bruta la que cree que un puñado de palabras sirve para algo, porque soy bruta insisto, porque soy bruta no entiendo, porque soy retardada, porque cada palabra que no pronuncian mis labios me muerden como los hocicos de cien perros... quítame estos perros, no los sueltes... arráncame las cadenas del cuello me lo rebanan, las palabras ya no me abastecen, las palabras no sirven para nada, para nada, ni siquiera dicen lo que querrían decir, las tuyas en cambio son certeras, las tuyas si van a matar, matan. Los pedazos de mí lo saben por eso te temen, por eso te desean. Me arruinan, sabes que las palabras me arruinan, me están revolviendo entera, les temo, les temo tanto como a la ausencia de palabras, el temor es inmóvil, el temor se parece al tedio, como si estuvieran unidos de la misma cabeza, ejecutan la misma telemetría, por eso cuando no escribo, leo, y cuando no leo, hablo, y cuando no hablo, sueño... no me dejes a solas con este tedio, a la deriva muda de este tedio... a la diestra y siniestra del tedio.




Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta... daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que escribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las palabras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cortarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me desespero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encontrar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las palabras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resistir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas palabras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él. Sabe que cuando no dé más deberá tomar la empuñadura y rajar la muñeca de mi otro brazo, sabe que aunque son pares sólo él puede hacerlo, sabe que él será el último en abandonar, lo sabe, como sabe también que será capaz de dejar de escribir porque escribir me daña a veces, mi brazo sabe que escribir daña porque es él quien escribe, cuando mi brazo escribe sabe que está doliendo, quemando, sabe que me revuelvo toda, por eso mi brazo dejaría cualquier cosa para calmarme. Es este brazo quien te olvida, no yo, porque mi brazo sabe que estando juntos somos capaces de resistir tu falta, que podemos trazar tu recuerdo, en cambio si me faltara este brazo yo me quedaría muda, me quedaría postrada, no podría resistir, no podría, por eso no te doy este brazo ni se lo daría a nadie, porque este brazo es el único capaz de librarme de mí.




de “Hija de perra”(1998)


Ha publicado “Piedras Rodantes” (1988, Editorial Cuarto Propio) “Dame tu sucio amor” (1994, Editorial Surada); “Hija de perra” (1998, Editorial Cuarto Propio).

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