martes

Lynn Emanuel (EEUU, 1949)

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En el Ritz


Cómo y donde se encontraron es motivo de especulación
avenida arriba y abajo, rubios -laqueados
en inteligencia, sarcasmo, belleza, y dinero-
su nombre en los oídos de los corredores de bolsa
puedes verlos impecablemente acicalados
chequeando sus nudos Windsor en las cromadas
puntas de ala de sus zapatos.


El era tan hermoso que cuando entró
el cuarto cambió su eje del sur
al norte, la escena se detuvo y quedó suspendida en el aire
como si el peso de él hubiera inclinado el planeta
y todo hubiera comenzado a caerse lentamente.
Los martinis temblaron en sus frágiles vasos.
Una gardenia erupta un Vesubio de blanco contra el visón de ella


Estos dos no se habían encontrado. Hasta que lo hagan,
su trabajo será hacer caras al lado de su padre rico que
sujetado por un enorme bigote blanco,
(qué brillantez: en esta escena el cabello es dinero)
yace en el sobrio laqueado reluciente del ataúd.
Sobre su rostro severo pero amable algunos costosos lirios
se inclinan. El ha muerto; se enfurruña ella.


Pero esto hace mucho tomó el camino equivocado. Ahora estamos
en el Ritz donde, como hemos visto, el temblor del lugar,
los manteles en la mesa tan blancos, tan lisos,
se ven como si se hubieran desmayado. Cuando él entra,
dice ella, aquí no existe un aquí, vayamos calle abajo
a Izzy's. En la calle ha crecido el silencio. Ni la luna
puede moverse. Su mayor parte está granulada, imperturbable y siniestra al mismo tiempo,


no quiere moverse. Detrás de ellos las miradas fijas de pálido olor en el lobby del hotel,
un taxi transporta un manchón de exhaustos al lugar,
y una ciudad tambalea a sus pies mientras él la sigue como un preso
en la sentencia de esta historia.

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