Angelina
prende un cerillo
no me gusta esa falta esencial del pobre modo
préndelo
como si uno a sí mismo nunca se imperara
como si para imperarse fuera necesaria
rutinaria y filosa la escisión
préndelo
lo prendo y qué hago luego
–Prende la estufa
–Sí, señora.
Angelina es breve y requemada.
Las marcas de sol. No son de sol.
Sí son.
Son preludios del cáncer. Son herencia.
Sobre la hornilla, el aceite bulle en iras.
Esta cocina casi pasill, casi tránsito a otro mundo mucho
menos azul y más de orquídeas, de pereza, de flores
más lentas que la tarde, humedades profundas,
corruptoras, colibríes, cruás allá en lo alto, a contraluz.
Angelina va friendo camarones.
Guarda uno, come tres;
guarda uno, come tres.
Guarda uno.
Come
tres.
Angelina tiene el hambre de su abuela;
más allá;
tiene el hambre de la abuela
de su abuela.
Y una historia de retirarse y retirarse bajo el crepitar de
décadas de sol,
sobre el fulgor insano de una tierra
más quebrada que sus pechos.
No es la lengua, es el Nordeste el que le lame los dedos a
Angelina:
la seca esparce sal sobre su presa.
Y son tan buenos estos camarones.
Los subterráneos del hambre lloran – sí, pero no siempre -
caldo de sopa.
Lloran también esta charola
tan abundante y gris de camarones.
Lloran las madurada tersura de los libros.
Y lloran las rosas – cómo no – las rosas.
Y llorarán siempre hasta que el fuego.
Alumbramiento
Santa Cruz de la Sierra, 1941
Santa Cruz de la Sierra, 1941
El cerillo
revela las distancias
entre las cosas
acusa oposiciones simetrías cuando todo
era negro
y luego
todo al negro
vuelve
pero en muchos semejanes mínimos destellos
cuántas
revelaciones caben
el cable sucio y quemado en un rincón el vestido
rojo
inmiscuyéndose con tazas platos
sobre la mesa en connubio extraño de tiempos
y dominios
o la hamaca en la selva los húmedos bultos
del garimperio o del talador
de embaúbas o las gallinas
adormecidas sobre el posadero
del patiecito del Vincenzo o
cuántos alumbramientos
que duran lo que la llama
transitiva
del cerillo
los cerillos alumbran
como los partos pero aquí
muchas vidas a un tiempo
conjugadas
cajita de fósforos estos escritos cajita
donde mi cuerpo se asienta
donde asentado
imagina su cuerpo
de fábulas
Alumbramiento, parto,
aquí mi abuela
alumbra: pare un niño
de cabeza grande,
leniniana, Anna Stefania,
capitana de un barco
que es éste
de fuentes partidas.
Y allí está el barco haciendo aguas
y ella al frente,
capitana de un parto
que es el suyo,
ordena, anuda,
enarbola una bandera de sangre
en las troneras más negras,
revienta Anna Stefania
como si de cabos tensos se tratara,
para luego quedar
abierta, roja
como una granada
a la deriva, entre la hierba,
una vez saciada
el hambre de las aves.
de Fiat Lux(Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012)
Paula Abramo. Poeta y traductora. Licenciada en Letras Clásicas. Actualmente es docente en la Universidad Nacional Autónoma de México.
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