miércoles

Paula Abramo (México, 1980)

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Angelina 

                   prende un cerillo
                             no me gusta esa falta esencial del pobre modo
                  préndelo
                      como si uno a sí mismo nunca se imperara
                       como si para imperarse fuera necesaria
                       rutinaria y filosa la escisión
                 préndelo
                 lo prendo y qué hago luego

–Prende la estufa
–Sí, señora.
Angelina es breve y requemada.
Las marcas de sol. No son de sol.
Sí son.
Son preludios del cáncer. Son herencia.
Sobre la hornilla, el aceite bulle en iras.
Esta cocina casi pasill, casi tránsito a otro mundo mucho
menos azul y más de orquídeas, de pereza, de flores
más lentas que la tarde, humedades profundas,
corruptoras, colibríes, cruás allá en lo alto, a contraluz.

Angelina va friendo camarones.
Guarda uno, come tres;
guarda uno, come tres.
Guarda uno.
Come
tres.
Angelina tiene el hambre de su abuela;
más allá;
tiene el hambre de la abuela
de su abuela.
Y una historia de retirarse y retirarse bajo el crepitar de
décadas de sol,
sobre el fulgor insano de una tierra
más quebrada que sus pechos.
No es la lengua, es el Nordeste el que le lame los dedos a
Angelina:
la seca esparce sal sobre su presa.
Y son tan buenos estos camarones.
Los subterráneos del hambre lloran – sí, pero no siempre -
caldo de sopa. 
Lloran también esta charola
tan abundante y gris de camarones.
Lloran las madurada tersura de los libros.
Y lloran las rosas – cómo no – las rosas.
Y llorarán siempre hasta que el fuego.



Alumbramiento
Santa Cruz de la Sierra, 1941 

El cerillo
revela las distancias 
entre las cosas
acusa oposiciones simetrías cuando todo 
era negro
y luego 
todo al negro 
vuelve 


pero en muchos semejanes mínimos destellos 
cuántas 
revelaciones caben
el cable sucio y quemado en un rincón el vestido
rojo
inmiscuyéndose con tazas platos
sobre la mesa en connubio extraño de tiempos
y dominios 
o la hamaca en la selva los húmedos bultos 
del garimperio o del talador 
de embaúbas o las gallinas 
adormecidas sobre el posadero 
del patiecito del Vincenzo o 

cuántos alumbramientos 
que duran lo que la llama 
transitiva 
del cerillo

los cerillos alumbran 
como los partos pero aquí 
muchas vidas a un tiempo
conjugadas

cajita de fósforos estos escritos cajita 
donde mi cuerpo se asienta 
donde asentado 
imagina su cuerpo
de fábulas


Alumbramiento, parto,
aquí mi abuela
alumbra: pare un niño
de cabeza grande,
leniniana, Anna Stefania,
capitana de un barco
que es éste
de fuentes partidas.

Y allí está el barco haciendo aguas
y ella al frente,
capitana de un parto
que es el suyo,
ordena, anuda,
enarbola una bandera de sangre
en las troneras más negras,
revienta Anna Stefania
como si de cabos tensos se tratara,
para luego quedar
abierta, roja
como una granada
a la deriva, entre la hierba,
una vez saciada
el hambre de las aves.

de Fiat Lux(Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012)



Paula Abramo. Poeta y traductora. Licenciada en Letras Clásicas. Actualmente es docente en la Universidad Nacional Autónoma de México.

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