Antes están los eternos compañeros,
las miradas de los hijos,
los viajes extendidos por los hombres,
—entre sus sombras,
sobre sus cuerpos,
por sus historias otras—.
Y la palabra
—siempre— vendrá después:
antes la lluvia, el desplazarse.
Vivir migrando entre lo propio más ajeno:
en las ausencias,
en los despojos.
Porque si viene,
aunque tardía,
toda palabra llegará
únicamente para calmarnos.
Antes la sed.
Antes,
la vida
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