Navidades
Allá el arbolito era de verdad
–un pino enorme–
y poníamos los adornos subidos a una silla.
Allá eran de verdad el brindis, los regalos.
En casa en cambio no había nada
ni siquiera una cena especial
por eso nosotras pedíamos ir allá
creo que pedíamos
pero no sé.
Con arbolito y todo, es hostil estar lejos, en González Catán,
aunque te disfraces de princesa y haya un papá noel
que sorprenda a los niños
más niños que uno.
¿papá noel llega con princesas?
queríamos que fuera de verdad
todo.
A nosotras nos tocaban los peores regalos, no es lo mismo
ser parte de la familia
igual nos compraban una bombacha
o un caracol
qué tenían que regalarnos ellos, que no tenían tele,
pero no es lo mismo
la familia
te vino a buscar tu mucama
yo explicaba que era como mi abuela, pero no era
parecida a mis abuelas,
ni tan abuela al final del día
(el cementerio está lejos, no fui nunca)
no era de verdad
mi abuela.
A la noche, después de los regalos, mamá y papá llamaban por teléfono
preguntaban cómo nos había ido con los disfraces.
La navidad, el arbolito, no eran para nosotras,
los muñequitos todos juntos
la madre, los reyes, el bebé.
Ese día éramos invitadas, mi hermana y yo, de gente pobre
nos daban de comer, a nosotras, las ricas,
nos dejaban adornar su pino
y mirar sus gallinas y temer su perro
festejábamos el nacimiento de un dios ajeno,
y ni siquiera éramos judías de verdad.
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