martes

La poeta autista

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" Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite. "


Como ojos que miran las basuras
Incrédulos de todo
Salvo del vacío, y quieta soledad
Diversificada por la noche
Sólo infinitos de la nada
Tan lejos como podía ver
Así era la cara que yo miré
Así miró ella misma a la mía
No le ofrecí ninguna ayuda
Porque la pena era mía
La miseria densa y tan compacta
Tan desesperanzada como divina
Ninguna se absolvería
Ninguna sería una reina
Sin la otra, de modo que
Aunque reinemos, pereceremos

(
Emily Dickinson ,EEUU)

I’m nobody! Who are you?
Are you nobody, too?
Then there’s a pair of us — don’t tell!
They’d banish us, you know.
Emily Dickinson

Si nos movemos al otro lado del Atlántico, nos encontramos con Emily Dickinson (1830-1886), una anónima poetisa de Estados Unidos. Y digo «anónima» porque de los casi 1800 poemas que escribió, sólo llegó a publicar 7 en su vida. Es gracias a su hermana «Vinnie» por quien hoy podemos leer toda su obra completa publicada póstumamente. Su editor, el abolicionista Thomas Wentworth Higginson, sugirió que para publicar su obra hacía falta alterarla con retoques románticos para acomodarlas al gusto de la época. Afortunadamente para nosotros y desgraciadamente para ella misma, Emily rechazó la propuesta y prefirió dejar inalterados sus preciosos versos. Mientras todo el país se desangraba en la Guerra Civil, se recluyó en su poesía y creó un estilo lírico único, completamente nuevo y conmovedor. Escribió sobre el amor, a veces por el hombre y a veces por la mujer, una ambigüedad que comparte con los sonetos de Shakespeare, pero sobre todo escribió sobre el tiempo y la eternidad. Su obra se distanció del compromiso social. Fue lo que despectivamente llamaríamos una autista. Pero la crítica feminista la vio como una importantísima figura para la Historia de la mujer. El siglo XIX no supo comprenderla y recién en el XX los escritores y críticos norteamericanos —y después los del resto del mundo— reconocieron el talento y el poder de sus baladas e himnos, hasta llegar a ponerla a la misma altura de Walt Whitman como los dos pilares de la poesía norteamericana. Los primeros críticos la tildaron peyorativamente de excéntrica y radical por su uso especial de la versificación con guiones «—»: Past what ourselves can estimate,— / That makes the quick of woe! Dijeron que no iba a poder cambiar las leyes de gramática universal de la poesía. Se equivocaron. Las vanguardias de comienzos del siglo XX vieron en ella a alguien que se atrevió a enfrentar las estrictas convenciones de la métrica. No es extraño, entonces, que su obra se haya valorado en otra época.

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