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CABALLOS de Concepción bertone

...... a mi padre Francisco Aversa,en memoria

Yo sólo veía del caballo oscuro
el lucero de blanco pelo
que le dividía la frente, la crin
tusada por la parcial visión, por el hecho
de no tener más ojos
que para ver esa estrella. El
veía la majestuosa genealogía del pedigree,
el pelaje enjoyado por el "masaje", el
cuidado amoroso, antes y después
de la carrera, el paso airoso,
la apuesta de la corazonada, la gesta, y
lo que yo puedo ver ahora
en el remedo, la copia-ex profeso inexacta-
que queda en la memoria: el juego
por el juego, por la lúdica
vida, la vana gloria, la herida
siempre enconada del recuerdo. Mi padre.
Un pura sangre, un quemante resuello
de hazañas y rodadas,
un destello de hielo
enlos claros ojos. Siempre será
ese modo lejano de amar. La luna,
en un eclipse total, esta noche
que la tierra no la deja mirarse
en los ojos del sol, es fija
de ese amor que me entenebra.


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Tamara Kamenszain



Cuando escribí el primer poema me sobraban motivos
Girri nos enseñó después que el motivo es el poema
y ahora me pescan como en acto fallido
dos o tres palabras lisas y llanas
"te veo" "me ves" no quieren decir nada
pero si reconocés mi letra me averguenzo ante el espejo
¿de qué si no estoy hablando de mí?
¿de qué si cuando escribo no te hablo?
despunto por vos la adicción que me tiene atada
a ese dialecto que aprendí de chica
se pronuncia arrastrando la monogamia de los míos
de qué me averguenzo entonces
si lo que me pesa desde la cuna todavía
para bien o para mal no es otra cosa
que la alianza con mi padre.


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ADN de Mori Ponsowy



El niño nunca ha visto dormir a su padre
pero duerme en la misma posición incómoda que él,
apoyado en un costado, los brazos estirados para atrás,
las manos entrelazadas, como un faquir.
Empeñado en armar un rompecabezas de ocho piezas
los ruidos que hace son los mismos que escuché hace años
cada vez que su padre destemplado intentaba arreglar
el inodoro, la pileta o el acuario del ajolote, en vano.
Lo recuerdo sentado en el piso de la casa que hicimos juntos
mirando el cielo de la mañana sin parpadear,
o acostado en la cama, adheridos los ojos a una pared,
como si ahí habitara el fantasma que lo visitó una vez.
Quería tener un hijo, le dije, para tenerlo a él dos veces,
para sentirlo crecer de mí, dentro de mí, para tener otra versión
del hombre amado, indefenso sobre mi pecho.
Al fin su estirpe ocurrió en mí, multiplicando
células infinitas, repitiendo patrones,
cayendo en uno o dos errores imprevisibles,
modificando los acentos de mi alma sin permiso,
reemplazando un decorado austero
por tiras bordadas, pañales, noches en vela.
Ahora, veo a mi niño poner interminablemente
un dinosaurio plástico tras otro, y recuerdo a su padre
cuando decía que encolumnar soldaditos de plomo
era de todos los juegos de infancia su preferido.
Y me pregunto si las extravagantes posiciones de dormir,
la obsesión con las filas y esa extraña afinidad por los anfibios,
son cosas que su ADN transmitió a mi hijo,
o si no son las leyes hereditarias, sino Dios
haciendo esto por mí: que el niño sea como su padre
para que, así, él aún esté conmigo.


perteneciente a "Enemigos afuera"

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EL COLOSO de Sylvia Plath



Nunca podré reunirte íntegramente,
juntar, pegar, articular como corresponde
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
provienen de tus grandes labios.
Peor que en un corral.
Quizá te consideres un oráculo,
portavoz de los muertos o de algún dios
Yo llevo treinta años esforzándome
por limpiar de fango tu garganta
y no he aprendido nada.
Trepando escaleritas con frascos de engrudo y baldes de lisol
me arrastro como una hormiga enlutada
por los campos cubiertos de maleza de tus cejas
para reparar tu inmenso cráneo y desbrozar
los descarnados, blancos túmulos de tus ojos.
Un firmamento azul de otra Orestíada
se cierne sobre nosotros. Oh padre, tú solo
eres una referencia histórica tan importante como el Foro Romano.
Aquí meriando, en una colina de seres siniestros.
las columnas de tus huesos y el acanto de tus cabellos vuelven
a su antigua anarquía esparciéndose hasta el horizonte.
Se necesita más que un rayo
para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
de tu oreja, a salvo del viento,
y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
contra las sordas piedras del embarcadero.


En Tulipanes y otros poemas. Benos Aires, CEAL, 1988


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LO PEOR DEL INCESTO de Wendy Guerra

No temas ser mi padre
Transparenta tu rubor y deja vernos en ese gesto idéntico
No tiembles ante el lado masculino que poseo culpable
que me emplaza arriesgada
Ábrete y trasluce las fantasías de mi herencia sin asco
Abandóname a escarbar buscándome en tus sobras
Tus limosnas en mi espalda tatuada
Algunos errores sin consecuencias públicas
No busques en el pasado de las cosas y deja ya entrar la
luz sobre mi frente
No temas ser mi padre no frenes el deseo ante el lazo
natural que nos aísla
somos únicos ajenos desconocidos no te culpes
Peor es la orfandad de estar a oscuras
Tratando de encontrarte en mis dibujos
O en las fotos desnudas que me dejo hacer por los extraños
No soy el juez ni el enemigo
Yo soy la hija.

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Casa de piedra
Era corriente
y deslucido
y mohíno
el ademán,
con que dábamos la espalda a la casa de piedra de mi padre
para hondear faldas floreadas
y de luz
en nuestro puerto desecado.
Por primera vez
y sin nodriza,
bordeábamos la arcada de la tarde,
todo para no ver
las manos de piedra de mi padre
oscureciéndolo todo,
apresándolo todo,
sus palabras de piedra
y cascarrina (...)


Andrea Cote



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