Me he resistido durante años a escribirte como si pudieras oírme. Con mi padre ha sido diferente: él y yo siempre mantuvimos una especie de retórica el uno con el otro, una batalla; no importaba que uno de nosotros estuviera vivo o muerto. Contigo… he tenido el deseo de proteger tu existencia no usándote como tema de poesía o para reflexiones trágicas, dejándote existir en el alma de aquellos que tenían razones para echarte de menos, a tu manera, o a la suya, no a la mía. Los vivos, especialmente los escritores, nos proyectamos terriblemente. Odio la forma en que se utiliza a los muertos…. Por eso quiero hablarte ahora. Para decir: nadie que intente responsabilizarse de su identidad tiene por qué estar tan solo. Debe haber gente entre la que podamos sentarnos y sollozar, y que aun así se nos siga considerando guerreros. (Te ato este extraño y colérico paquete con amor.) Yo creo que tú pensaste que no había tal lugar para ti y quizás no lo había entonces; quizás ahora sí lo hay, pero tendremos que crearlo nosotros, nosotros que queremos poner fin al sufrimiento, que queremos cambiar las leyes de la historia, porque de lo contrario nos sacrificaremos a nosotros mismos.
de “Orígenes, XVIII”, fragmento, en Your Native Land, Your Life
traducción de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich,
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